El ¿por qué a las personas les cuesta tanto empezar a invertir? es una pregunta que me he puesto muchas veces a lo largo de mi extenso recorrido profesional en la industria de inversiones y hoy en día he llegado a la conclusión de que la respuesta, que es compleja y múltiple, en los tiempos actuales se ha ido paulatinamente simplificando.
En efecto, a parte de factores evidentes, como puede ser la ausencia de ahorros suficientes, los demás elementos que podrían explicar el comportamiento de inercia ante la inversión tienen que ver con aspectos sociales, de comportamiento y de educación que en los últimos años se han fortalecido.
Lamentablemente, no he logrado conseguir investigaciones que den luces de manera científica sobre el asunto, así que las siguientes son exclusivamente hipótesis personales, basadas en la observación de lo que se publica en las redes sociales, de las conversaciones con clientes reales y potenciales y de lo que se percibe simplemente estando en contacto con cualquier persona que no sea un inversionista, y hasta con miembros de la propia familia.
Sin querer jeraquizar la importancia de los factores, señalo los siguientes:
Desinformación y/o carencias educativas
Es notorio que en los cursos de educación escolar existe a nivel mundial una ausencia marcada de materias relacionadas con finanzas personales, al punto que las funciones matemáticas financieras básicas como valor presente, valor futuro, interés simple, interés compuesto, etc. son caso totalmente desconocidas por las mayorías. Este factor hace de abono para es siguiente elemento:
Aumento en el nivel general de charlatanería sobre la materia
Uno de los aspectos más resultantes que se observan con el auge de las redes sociales es la proliferación de auto-calificados expertos en materia de inversiones y de mercados financieros. La presencia de tales personajes siempre ha existido, pero las redes sociales han permitido su reproducción exponencial, ya que son un medio dónde fácilmente se puede conectar con personas que son fáciles presas. Este factor contribuye y retroalimentación al primero que mencioné, haciendo cada vez más complicado el trabajo de los verdaderos profesionales, quienes debemos empezar por aclarar términos básicos y sus diferencias, como ahorrar, invertir, hacer trading, especular, etc. Y, dentro de este panorama, se agrega otro factor que cobra cada día más importancia:
La exacerbada atención en el corto plazo y en los resultados inmediatos de cada acción humana
La vida de hoy en día gira cada vez más rápidamente y todos estamos inconscientemente sesgados a esperar respuestas inmediatas. A cada una de nuestras acciones esperamos una reacción cada vez más temprana, sea cuando enviamos un mensaje de chat o un email, cuando compramos algo o tomamos un remedio; todo debe darnos respuesta pronto. En este contexto, que se acelera más y más, la práctica de invertir, que presupone disciplina, paciencia y postergación de la recompensa en plazos de tiempo que se miden no en minutos sino en décadas, es ciertamente muy poco “sexy”. Y a esto le sumo otro aspecto que ya fue mencionado por el autor Stephen Covey en su célebre libro Los Siete Hábitos de la Gente Efectiva, que es
El enfrentamiento entre lo urgente y lo importante
El concepto se refiere a la dificultad que tenemos todos en manera natural para saber distinguir entre las cosas que debemos enfrentar “con urgencia” y aquellas que son “importantes” y al sesgo que nos empuja hacia lo primero. Invertir es una disciplina que no parece ser urgente (y no lo es) y por ello tiende a ser desplazada en nuestro orden de prioridades por otras actividades que nos parecen más meritorias de nuestra atención. Y aquí es donde falla nuestra actuación , porque invertir es IMPORTANTE, como lo demuestran innumerables evidencias. Sin embargo, sólo las personas efectivas entienden esta diferencia y son consecuentes con esta reflexión. Éstas son las personas que saldrán adelante con ventaja sobre las demás.
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